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  • br La crisis griega y sus repercusiones

    2018-11-01


    La crisis griega y sus repercusiones en el resto de Europa Hacia finales del año 2009 Georges Papandréou, recientemente elegido NVP-BEZ235 ministro griego, tras una campaña promoviendo un programa de protección social y crecimiento económico, disponía de múltiples indicadores para pensar que Grecia podía volverse un nuevo Lehman Brothers (el déficit real del país superaba 12% del ingreso nacional, más bien que los 6.5% previstos, que eran ya más del doble del límite prescripto por el Tratado de Maastricht). Para inicios de 2010, ya no había ninguna duda: el Estado griego no tenía el más mínimo chance de asegurar el servicio de su gigantesca deuda. Como miembro de la zona euro, ya no disponía de una dracma que devaluar, ni de un banco central griego que lo ayudara. Buscando desesperadamente salir de apuros antes de que los mercados y los ciudadanos tomaran conciencia de la situación, Papandréou se dirigió a los socios europeos de Grecia para obtener apoyo. Dos altas personalidades disponían de los medios para responder a la petición de ayuda: el canciller alemán, Ángela Merkel y el presidente del bce, el francés, Jean Claude Trichet. La respuesta de Merkel, sostenida con entusiasmo por Trichet, fue un triple no: no al salvamento financiero gracias al otorgamiento de fondos, no a la disminución de tasas de interés y no al incumplimiento de Grecia como en el caso de Lehman Brothers. La analogía entre Grecia (un país) y Lehman Brothers (un banco) se justifica, según Varoufakis, por una razón simple: la sobrevivencia de las dos entidades dependía de los flujos de capitales que los financieros hacían llegar cotidianamente. El triple no era una expresión de la negativa burda de Europa de aceptar que enfrentaba una crisis estructural. Se había creado una unión monetaria compuesta de Estados sin banco central para sostenerlos en un tiempo de crisis planetaria y de un Banco Central Europeo sin Estado para protegerlo. Las reglas de Maastricht resultaba imposible respetarlas. La situación de los sucesivos gobiernos griegos desde 2010 es bien descrita con las expresiones de “bañera presupuestal” y “austeridad a sodium-potassium pump la Ponzi” introducidas por Yanis Varoufakis. Con respecto a la primera expresión, el economista griego señala que obligados a cubrir deudas insostenibles los griegos no fueron privados de aire sino de liquidez. Paralelamente se les prohibió declararse en incumplimiento con respecto a sus acreedores. Cada vez que se encontraban frente a pagos que se les obligaba a realizar, se les rechazaba la liquidez necesaria hasta el último segundo, justo antes de la quiebra oficial. A manera de confesión, se les obligaba a firmar nuevos acuerdos de préstamo que evidentemente iban a exacerbar la crisis. La troika les proporcionaba únicamente la liquidez suficiente para reembolsar a sus propios miembros. Exactamente como en el suplicio de la bañera, la liquidez provista era justo suficiente para que el sujeto se mantenga con vida, no más. La tortura continuaba y su efecto neto era mantener el gobierno totalmente dependiente de la troika. Con respecto a la austeridad a la Ponzi, Varoufakis señala que constituye lo inverso del crecimiento a la Ponzi. Si los sistemas del crecimiento a la Ponzi reposan sobre el atractivo de un fondo que no cesa de aumentar en el caso de la austeridad a la Ponzi lo que seduce a los participantes en riesgo de quiebra es la promesa de una reducción de su deuda. Para superar su insolvencia, van a apretarse el cinturón con una política de austeridad y recibir nuevos préstamos que les proveerán los fondos necesarios para reembolsar las deudas que llegan a madurez como las obligaciones. Como es imposible escapar a la insolvencia de esta manera, debido al efecto depresivo de la austeridad sobre el ingreso, los sistemas de austeridad a la Ponzi, como los sistemas de crecimiento a la Ponzi, requieren de una afluencia constante de nuevos préstamos para perpetuar la ilusión de que se evita la quiebra. Pero para atraer estos préstamos, los organizadores de la austeridad a la Ponzi deben hacer lo máximo para mantener la fachada de una reducción del déficit.