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  • No es xito peque o

    2019-04-22

    No es éxito pequeño que “bajo la dirección del maestro Stols” (así indica el colofón del libro) se lograse tal parecido con ellas, pero conviene subrayar que Jusep Torres Campalans no es mera mímesis material de la colección Le goût de notre temps sino también, o ante todo, estructural. El Picasso de Raynal, por volver al caso, se abre con un apartado de “Dates et concordances” donde año por año se consignan datos de la vida del pintor acompañados de los hechos históricos más relevantes en el campo del arte (nacimiento de Marcel Duchamp en 1887, fundación del Museo de Arte Moderno de Nueva York en 1929, etc.), al que siguen un sucinto “Avertissement de l’éditeur”, una prolija descripción de la trayectoria de Picasso dividida por etapas (“La jeunesse de Picasso p-selectin Barcelone”, “L’epoque nègre”, “Un retour a la plastique pure”…) que ocupa el grueso del libro, una bibliografía sumaria, una relación de exposiciones seleccionadas y un índice de nombres. Prescindiendo de estas tres últimas secciones, Aub se servirá del mismo armazón pero lo desbordará largamente, porque a los apartados equivalentes (aquí titulados “Prólogo indispensable”, “Anales” y “Biografía”) sumará uno inicial con citas de Gracián, Ortega y un tal Santiago de Alvarado, otro de agradecimientos donde también se mezclan nombres reales y ficticios, un aparato erudito —que sigue la misma pauta— compuesto por artículos sobre la idiosincrasia artística y política española y sobre el propio Campalans, una breve recopilación de declaraciones suyas a la prensa parisina en los años 1912-1914, un amplio conjunto de pensamientos y sucedidos del artista ordenados por años y temas (el llamado “Cuaderno verde”, claramente inspirado en El día y la noche de Georges Braque), un capítulo donde se refieren sus encuentros chiapanecos con el pintor (“Las conversaciones de San Cristóbal”, anotado a su conclusión con el correspondiente bloque de referencias eruditas), y un catálogo razonado de obras en el que se nos dice trabajaba el joven crítico irlandés Henry Richard Town, con vistas a genetic maps la primera exposición de Campalans en la Tate Gallery de Londres, justo antes de que un bombardeo alemán acabase con su vida y con su proyecto en 1942. Si atendemos a una entrada del 9 de agosto de 1955 en el diario de Aub, comprobaremos hasta qué punto tenía clara desde un primer momento la estructura del proyecto y el margen de maniobra que ésta le iba a permitir: En una entrada posterior, iniciada ya la redacción del libro, esbozará con trazo grueso el retrato del artista y remachará tanto el plan de trabajo como sus “enormes ventajas: de un lado anales, que permitan ofrecer la época, luego la biografía, sin rebabas: puro cuento” (Rodríguez: 52). Según este presupuesto, historia y ficción no serían sino variantes de lo mismo, pura concordancia, de ahí su participación en pie de igualdad y de ahí, sobre todo, su permutabilidad. Como si empleara a modo de soporte una de las típicas estructuras reticulares de Joaquín Torres-García —artista con el que Jusep Torres Campalans guarda una fuerte similitud, más allá de la del nombre—, Aub se servirá de la ordenación característica de las monografías de arte —contexto histórico, biografía, obra, datos técnicos, etc.— para engastar piezas legítimas y piezas espurias de distinta entidad que se corroboran y desdicen constantemente. En palabras de Antonio Saura, “como en un especial juego del ratón y el gato, se nos ofrecen datos verídicos entremezclados con falsos datos y se nos ocultan otros, aquellos justamente que nos podrían confirmar la realidad del personaje” (98), de suerte que apenas cuenta uno con asideros firmes y sabe a qué atenerse. Quizá después de todo no resulten necesarios y la mejor opción sea dejarse llevar por la corriente del libro, pues, como dijera Jean Cassou, cómplice privilegiado de Aub, “¿qué distinción establecer entre dos realidades que se hubiesen decretado real la una e imaginaria la otra? Picasso era verdadero. Y es imaginario como Campalans” (1961a: 1).