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  • Las formas transmisibles no del saber o

    2019-05-06

    “Las formas transmisibles, no del saber o de la sabiduría de un hombre, sino sobre todo su vida vivida —y esa es la materia con que se hacen historias— sólo son adquiridas al morir”, afirma Walter Benjamin. La muerte atraviesa toda la Historia verdadera: como motivo, como temor, como asombro o recuerdo u oficio. La muerte del enemigo en batalla; el espanto ante la muerte mesoa-mericana: la “crueldad feroz y antinatural” de los tlaxcaltecas contra los mexicas o la muerte ritual, en el sacrificio. La muerte inscrita en las paredes de los templos; los compañeros muertos y el relato como mandato para el sobreviviente: “E gracias (-)-JQ1 Nuestro Señor Jesucristo que me escapó de no ser sacrificado a los ídolos e me libró de muchos peligrosos tranzes para que agora aga esta memoria e relación”. La cercanía de la propia muerte, en un texto que también funciona como testamento. Innúmeras formas de la muerte, hilos de diversos colores que, junto al asombro, la maravilla, el triunfo, la nostalgia, tejen la trama épica de esta verdadera historia. “Porque soy viejo de más de ochenta y quatro años y e perdido la vista y el oír, y por mi ventura no tengo otra riqueza que dexar a mis hijos y decendien-tes, salvo esta mi verdadera y notable relación”, afirma Bernal Díaz en el prólogo a su último manuscrito. El cronista Bernal Díaz no miente ni recurre a la falsa modestia aquí; exhibe, en cambio, una relación artesanal con su tema, recrea una escena de escucha, define su legado: esa descendencia en la que también podría incluirse al lector contemporáneo. Por eso decide “dar razón de mi patria y dónde soy natural y […] qué año salí de Castilla y en conpañía de qué capitanes andube militando y dónde agora tengo mi asiento y vivienda”. Escenifica, de este modo, el arte de narrar. Ante la cercanía de la propia muerte, el cronista postula una sabiduría, la posibilidad de pensar la propia vida como un todo a partir de un hecho que le da sentido, y al que el relato confiere sentido: la conquista de México. El enunciador se convierte, entonces, en narrador, “aquel hombre capaz de dejar consumir completamente la mecha de toda su vida en la dulce llama de la narración”.
    De notables consecuencias para la evangelización americana, la bula Altitudo Divini consilii, emitida en 1537 por el papa Paulo III, dispensaba a vestigial structures los indios de ayuno excepto en Cuaresma y, para que pudieran trabajar en sus chácaras, legislaba la reducción de su calendario festivo a los domingos del año y doce solemnidades de precepto, entre las que figuraba aquella que en Trento se calificó de “triunfo contra la herejía”: el jueves de Corpus Christi que en la ciudad del Cuzco se celebraba con particular regocijo. Bajo la advocación común del Santísimo Sacramento, guardado en la custodia que, por decisión de Isabel la Católica, debía repujarse en oro de las Indias para todas las procesiones del Imperio, la festividad del Corpus, desde un primer protocolo estipulado por el mismísimo Tomás de Aquino, enriqueció los procesos de representación como momento central de las conmemoraciones litúrgicas, al alcanzar en el virreinato peruano un alto grado de complicación que exigió legislación por parte de las autoridades, con la exhibición de danzas, alegorías, arcos y desfiles de incas, distribuidos por ayllus y panacas, al llevar sus insignias y coronas, vestir a la vieja usanza, transportar las andas engalanadas de sus cofradías o poner en pie complicados altares e inventos efímeros. El adorno de la ciudad entera con una decoración colorista y llamativa, que acudía ingeniosamente a los recursos locales para suplir carencias, y la combinación de la prescripción peninsular con tradiciones y ritualismos propios hacía de esta fecha una puesta en escena tan pretendidamente ecuménica como conflictiva, por dirimirse en ella otras implicaciones de carácter político o identitario. Abercrombie observa para el protocolo de la celebración en Bolivia, durante la cual los cuerpos administrativos y sociales de la ciudad desfilan segregados según gremios (en el caso hispano) y origen (para los nativos), que al ser precisamente esta insistencia en las jerarquías estamentales la principal diferencia con el modo de procesionar del Viejo Mundo y lo que iba a provocar las manchas más deformantes del nuevo cuerpo político surgido en América. También para Carolyn Dean, la proximidad a la custodia en el orden del cortejo señalaba la importancia de las mundanas autoridades civiles en simbólica cercanía a las celestiales y sagradas.