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  • Y-27632 Hace tan solo unos a os que se empez a

    2018-10-25

    Hace tan solo unos años que se empezó Y-27632 utilizar el término “poscolonial”, pero el éxito y la extensión de su uso han sido sorprendentes. En 1993, Homi K. Bhabha, uno de sus promotores, lo definía como un término que se utiliza cada vez más para referirse a aquella forma de crítica social que descifra los desiguales procesos de representación con los que la experiencia histórica del tercer mundo antes colonizado llega a conceptualizarse en Occidente (Bhabha, 1993). Así pues, la aparición de los estudios poscoloniales tiene relación con la llegada, ascenso y consolidación en el mundo académico occidental de estudiosos originarios del tercer mundo y, así, se comprende que este enfoque contenga una fuerte crítica al eurocentrismo y, en general, al etnocentrismo. Las críticas al término poscolonial no han sido pocas (Dikeç, 2010). Pero la realidad es que el término se ha impuesto de forma rotunda en las ciencias sociales —incluyendo la geografía— y ni siquiera sus críticos plantean suprimirlo. Pieza clave para los estudios poscoloniales ha sido la revisión de la obra de Said (1978). El estudio de las narraciones de viajeras desde una perspectiva feminista y poscolonial ha desempeñado un papel muy importante en la revisión crítica de sus planteamientos —uno de los referentes intelectuales de la geografía poscolonial— y de la historia de las exploraciones. Este autor, apoyándose en Foucault y Gramsci, plantea que el Oriente no existe realmente sino que “el Oriente es una construcción europea, un producto intelectual europeo, una imagen del Otro, que permite, al definir al Otro, identificarse a uno mismo como europeo, como occidental” (y por lo tanto como superior) (Said, 1978, p. 5). En esta misma línea, la historia de la geografía pone hoy en día un énfasis especial en el análisis de los contextos institucionales, intelectuales y sociales donde tuvieron lugar las prácticas de la exploración. Es básico pues estudiar el papel que los exploradores y exploradoras desempeñaron en la popularización de mitos y fantasías sobre el mundo no europeo, ya que la exploración geográfica no solo superaba distancias, sino que proporcionaba diferentes visiones del Otro y ayudaba a crear lo que se ha denominado “geografías imaginativas” (Gregory, 2000). Los relatos de viaje fueron el vehículo a través del cual el conocimiento popular y también científico (por ejemplo, las clasificaciones de especies) se transmitió a un público más amplio. Es cierto que la propuesta de Said ha sido crucial para los estudios poscoloniales, pero su esquema es algo simplista en el sentido de que su oposición binaria entre Occidente y Oriente, entre colonizadores y colonizados, deja poco espacio para posturas fluidas y ambivalentes (Domosh, 1991; McClintock, 1995; Yegenoglu, 1998; Mills, 2005; Dell’Agnese y Ruspini, 2005). Además, Said minusvalora el papel desempeñado por las mujeres en el encuentro colonial (recordemos el papel de multitud de esposas de funcionarios u oficiales, misioneras, enfermeras, maestras, incluso turistas, etc.). No hay que olvidar que la aparente trivialidad de la vida de la mayoría de estas europeas en las colonias oculta probablemente un papel nada desdeñable en un sistema imperial que era, en principio, muy androcéntrico (Kabbani, 1986; Pratt, 1992; Lewis, 2004; Rossi, 2005). Por esta razón, los planteamientos de Said han sido criticados ampliamente desde los estudios feministas y poscoloniales (Blunt y Rose, 1994; McEwan, 2000; Cerarols, 2008). Es cierto que la posición peculiar de las mujeres, entre el discurso del colonialismo y el de la feminidad, podía aportar algunos elementos de contradicción al encuentro colonial que, en último término, acabasen convirtiéndose en una crítica de la posición colonial. La idea que subyace a una buena parte de esta revisión feminista poscolonial es la esperanza de que las mujeres, colonizadas ellas mismas por su género en su propio país, pueden quizás reconocer y oponerse más abiertamente a la colonización basada sobre todo en la diferencia racial. Esta posible ruptura interior permite explicar cierta ambivalencia o ambigüedad con el proyecto colonial que frecuentemente se observa en las narrativas de mujeres. Y ello quizás permite que la mirada orientalista y colonialista sea menos avasalladora y más compleja, y por lo tanto no tan simplista como nos propone Said.